lunes, 25 de octubre de 2010

¿Juego perfecto?: El análisis de un error


Gracias a este espectacular artículo de Angel Alayón.

Ver a un árbitro llorar en un campo de béisbol es tan inusual como ver a un luchador mexicano haciendo piruetas en la Ópera de París. Jim Joyce, un estadounidense de cincuenta y cinco años, con veintitrés de experiencia en las Grandes Ligas y portador de unos bigotes que le hubieran permitido ejecutar el rol de sheriff en una película de vaqueros, derramó sus lágrimas ante miles de fanáticos y las cámaras de televisión la
tarde del 5 de junio. Un hombre acostumbrado a ocultar sus emociones, a ostentar la frialdad de los imparciales, lloró detrás del home plate y tuvo que ser consolado.

Nunca esperó que los fanáticos lo recibieran con un aplauso luego de lo que sucedió la noche anterior, la peor de su vida. El juego entre los Tigres de Detroit y los Indios de Cleveland se encontraba ya en el
último inning. La pizarra marcaba dos outs y 17.738 fanáticos estaban de pie, exultantes por la rara oportunidad de ser testigos de la historia. Armando Galarraga, un lanzador con más futuro que pasado, había retirado de forma consecutiva a 26 jugadores. Un out más y Galarraga se convertiría en el vigésimo primer jugador en lanzar un juego perfecto en la ya larga historia del béisbol. Lanzar un juego perfecto es ganar la gloria instantánea, una especie de absolución de los pecados en el béisbol. Ya no importa lo que hagas, siempre serás el hombre que lanzó un juego perfecto y tendrás un altar en el Olimpo del béisbol, que no está en el
Mediterráneo, sino en Cooperstown, New York, y lo llaman el Salón de la Fama.

Quizás mucho más importante que asegurarse un puesto en la historia del deporte, lanzar un juego perfecto es también cumplir un sueño que todo lanzador tiene de niño cuando juega en las revoltosas ligas infantiles.
El obstáculo entre Galarraga y la gloria era el vigésimo séptimo bateador: Jason Donald, un novato que jugaba su partido número 15 en las mayores y que ostentaba un discreto promedio de .231. Donald llegó al home motivado por aquello de que nadie quiere ser el último out en un juego, menos en uno que puede ser perfecto. Que tu equipo no haya podido batear un hit es motivo de vergüenza, pero que ni siquiera haya podido embasarse a lo largo de un juego, es desmoralizante. Antes que Galarraga, diez lanzadores habían logrado llegar hasta el out 26 de forma perfecta, sólo para que el
bateador 27 ejerciera su maleficio y rompiera la magia. Pero Galarraga no estaba dispuesto a permitirlo.

Donald había llegado a la cuenta de una bola y un strike. La excitación de los fanáticos se incrementaba con cada lanzamiento pues sabían que el desenlace se acercaba. Galarraga decidió lanzar un slider afuera. El lanzamiento quebró bien, como lo había hecho toda la noche. Donald hizo un swing defensivo con el que logró conectar un rodado entre primera y segunda. La bola se puso en juego y el ruido se hizo
ensordecedor. No era un batazo fuerte, no era difícil de capturar, pero este tipo de batazos siempre plantea retos para la defensa. El defensor de la primera base debe decidir si abandona la almohadilla para ir en búsqueda del batazo. La decisión no es trivial, si el primera base sale en búsqueda del batazo el lanzador debe encargarse de cubrir la base para que pueda producirse el out. Para el lanzador, la jugada exige. Debe correr en dirección a la base atento, por una parte, al eventual lanzamiento que
le hará el primera base, y, por la otra, de pisar la almohadilla. Una limitación humana complica la jugada: el lanzador no puede ver la almohadilla y la pelota al mismo tiempo, sin olvidar que todo tiene que hacerlo corriendo pues debe llegar a la base antes que el bateador. De lo contrario, el esfuerzo sería inútil. Es una jugada que requiere gran coordinación y, es tan difícil, que pocas veces hay elegancia en ese tipo
de lance, aunque si mucha emoción.

Cuando salió el batazo, Miguel Cabrera, primera base de los Tigres, saltó con el empuje de un felino en búsqueda de la pelota consciente de que esa noche los dioses del béisbol parecían estar dispuestos a bendecir la jornada. La base quedó a la deriva en espera del lanzador. Galarraga cumplió su tarea y corrió a defender la base, como lo había practicado miles de veces desde niño. Cabrera capturó el rolling, lanzó la
pelota y Galarraga atrapó el disparo mientras pisaba la almohadilla. La bola llegó a su guante al menos un paso antes de que el pie de Donald pisara la base. En ese instante, todos supieron que se había consumado un juego perfecto. El estadio estalló en emoción; Cabrera, compatriota de Galarraga, comenzó la celebración. Galarraga sonrió y dirigió su mirada al árbitro, Jim Joyce, en búsqueda de la consagración oficial
con el conocido gesto de la sentencia de out. Pero Joyce, ante la incredulidad de los espectadores, decretó enérgicamente que Jason Donald había llegado a salvo a la primera base. Quieto. Safe. Joyce se equivocó. Se acabó el sueño.

***
Los que no conocen al béisbol dicen que es un juego lento. Pero la realidad es otra. Desde que la pelota sale de la mano del lanzador hasta que cruza el home plate transcurren 0.36 segundos. Un home run tarda en salir del stadium en no más de 4.5 segundos. Una de las jugadas más largas, un cuadrangular dentro del campo, en el que bateador debe correr todas las almohadillas y llegar al home, transcurre en menos
de 16 segundos. La jugada que le costó el juego perfecto a Galarraga duró sólo 4 segundos. Donald dio 18 pasos endemoniados de home a primera. La pelota llegó al guante de Galarraga 0.10 segundos antes que el pie de Donald a la almohadilla. Algunos dirán, viendo infinitamente las repeticiones que el out fue de calle, pero la diferencia fue de apenas una décima de segundo. Microsegundo más, microsegundo menos, Joyce igual se equivocó, pero la jugada no era tan clara como podemos creer
viendo cómodamente las repeticiones en cámara ultralenta y los diversos ángulos que disfrutamos por ESPN. En todo caso, en la mente de muchos fanáticos y jugadores seguirá rondando la idea de que en los casos de jugadas cerradas los árbitros deben favorecer a la gloria. Joyce no lo hizo. In dubio pro gloria.

Un árbitro debe tener buena vista, pero también disfrutar de un buen oído.
Generalmente, para tomar sus decisiones en la primera base, el árbitro fija su mirada en la almohadilla, vigila si el pie del defensor toca la base y se deja guiar por el seco sonido de la bola al contacto con el guante. Oído y vista lo ayudan a decidir si es out o safe. La bola suena fuerte en el guante cuando se atrapa “bien”. En ocasiones, la bola,
aunque atrapada, puede desplazarse centímetros dentro del guante. Cuando eso sucede, el sonido no es tan fuerte, incluso, puede que no haya sonido. En una de las ya mencionadas repeticiones de la jugada se observa como la bola que lanzó Cabrera se desplaza dentro del guante de Galarraga ¿Pudo la ausencia de sonido ser la causa de la equivocación de Joyce? Nunca sabremos la respuesta. Pero Joyce siempre ha sostenido que el “vio” safe la jugada y nadie tiene una repetición desde el punto de
vista de sus ojos y, menos, de sus oídos.

Joyce, minutos más tarde de haber concluido el juego, comprobó mediante vídeo que se había equivocado y que, con su error, le había robado la gloria a Galarraga, como lo reconocería públicamente más tarde. Joyce también supo de inmediato que el joven lanzador no era la única víctima de su decisión: esa noche había engendrado un fantasma que lo perseguirá por el resto de su vida. Soltó sus primeras lágrimas, pero esa vez fue en privado. Armando Galarraga, víctima de la injusticia, lo visitó con la
intención de consolarlo, y atinó a decir: “Tranquilo Joyce, nadie es perfecto”.

***
Galarraga, mientras estuvo en el terreno, nunca supo si Donald fue out o quieto. Lo mismo declararía Donald, quien admitió que: “La jugada fue cerrada, no sabía si fui out, en todo caso, dada las circunstancias, pensé que sería decretado out”. Las circunstancias a las que alude Donald se refieren a que en 392.036 juegos que se han realizado en las Grandes Ligas hasta la fecha, sólo 20 lanzadores habían alcanzado la perfección y nunca lo había hecho un pitcher de los Tigres de Detroit. Desde un novato hasta un niño sabe reconocer la gloria cuando está cerca.
El arte de pitchar es el arte de engañar, como dijo Michel Lewis. Colocar lanzamientos en zonas inesperadas, cambiar la velocidad, conocer las fortalezas y debilidades de los bateadores, saber cómo piensan los contrarios y administrar las fuerzas. El arte de lanzar es el arte de descolocar a los bateadores. Quizás ya nunca el juego perfecto de
Galarraga sea reconocido en los records oficiales, pero debemos admitir que con su conducta logró descolocar a los fanáticos del béisbol y al béisbol mismo. En circunstancias donde muchos esperábamos una reacción visceral y violenta, encontramos serenidad. En un deporte en el que los esteroides y las mentiras crearon ídolos de cobre, encontramos a un lanzador capaz de perdonar a alguien cuyo error le robó un sueño.
La gloria, afortunadamente, nunca se ha limitado a los libros oficiales. Galarraga se ganó un espacio en la memoria del béisbol y en la de los fanáticos gracias a una conducta que será utilizada como ejemplo por padres y madres que necesitan de historias reales para educar a sus hijos. Tienes razón Armando, nadie es perfecto, pero a veces hay gente que aun ante situaciones extremas se comporta como tal. Play ball.

lunes, 18 de octubre de 2010

El Profesor J. Navarro Cid: Gurú del Caos en las Organizaciones

Lecciones de la mina: Liderazgo Compartido

Amado Fuguet
"Amigo, además de oportuno, siempre tienes razón" Alberto.

Lecciones de la Mina (esta es sólo una de ellas)
“Ahora tenemos que unirnos para sacarlos de las entrañas de las montañas”, fue la frase que Sebastián Piñera transmitió a los chilenos el 22 de agosto, cuando mostraba el mensaje que los mineros enviaron en un papel: “Estamos bien en el refugio los 33”.

El pronunciamiento de Piñera en ese momento fue la expresión de una visión que guiaría el proceso que culminó exitosamente el pasado 13 de octubre, cuando fueron rescatados los mineros.

Hacer explícita la visión es, precisamente, uno de los roles indispensables de todo líder. Pero además, la visión fue precisa, con dos componentes: el objetivo de rescatarlos y la unidad para lograrlo.


Ambos factores explícitos en el mensaje reflejaban el estilo que Piñera estaba decidido a desarrollar: liderazgo compartido. Ese mismo 22 de agosto, había reconocido públicamente el esfuerzo de diversos actores clave para alcanzar aquel primer hito: encontrar vivos a los mineros.

En este estilo de liderazgo, quienes cumplen el rol de seguidores lo hacen por convicción y no por coerción. Como valor agregado, muchos de ellos asumen también el rol de líderes con otros grupos de seguidores, participantes en distintos procesos coordinados: planificación, operación de rescate, asistencia médica, comunicación, entre otros. Y dentro de la propia mina también hubo liderazgo compartido tomando en cuenta las fortalezas individuales de los mineros: técnicas, físicas y emocionales.

Piñera y los demás actores que compartieron el liderazgo en esta hazaña, influyeron sobre muchos otros para lograr la comprensión, el consenso, la participación y la acción, y facilitaron el respaldo material y humano para hacer posible el sueño de la visión.

Además, leer:
Yukl, Gary (2008) Liderazgo en las Organizaciones, Sexta Edición, Madrid: Pearson Educación.
Hughes, Richard; Robert Ginnett y Gordon Curphy (2007) Liderazgo. Cómo aprovechar las lecciones de la experiencia, Quinta edición, México: McGraw-Hill.


sábado, 16 de octubre de 2010

Taller de Formulación de Proyectos Sociales UCV (Psicología)

¿Cuáles son los problemas éticos que trae consigo la teoría Hobbesiana?

La teoría de Hobbes no presenta problemas éticos de ninguna índole. Desde su teoría (mecanicista y determinista), concluye que la naturaleza del hombre está asociada al egoísmo, es decir, a la búsqueda de la satisfacción de las necesidades de supervivencia básicas de cada hombre, entiéndase, en alusión al principio de conservación de vida. El hombre de Hobbes, basándose en sus enunciados dicotómicos, apela a la vida y se aleja de la muerte. Donde el estado de naturaleza no garantiza la vida y al mismo tiempo da cabida al merodeo del miedo y la muerte.

Este hombre es un ser hedonista en su concepción, donde lo bueno y lo malo se convierten en el placer y el dolor a los cuales el hombre busca acercarse o alejarse respectivamente. No tendría sentido considerar, que en los tratados hobbesianos se hable en términos de ética.

Entendiendo ética como el qué debe hacer el hombre en un momento determinado, para hacer el bien u obrar bien, tomando en cuenta la esencia de las acciones buenas, las obligaciones y/o deberes que pueden y/o deben regir la conducta humana en determinados momentos históricos.

Es por eso que se rechaza la existencia de un problema ético en la teoría de Hobbes, por la misma forma en que se describe y explica la naturaleza del hombre. El hombre hobbesiano se describe como se comporta, más no como debería comportarse, es decir, el bien y el mal, lo dictamina la situación en la cual el hombre se encuentre: todo lo que haga para asegurar el principio de conservación de vida será, como fin último, un acto de bien para él.

Esto descarta un problema ético subyacente, al menos en el estado de naturaleza. Ahora, en el estado de sociedad civil, tenemos a un hombre que entrega en manos del poder común la capacidad de gobernar y decidir lo bueno y lo malo (luego de un consenso). Este hombre artificial, entiende que por el previo consenso acordado, deberá respetar las leyes que sus autoridades emanen y acatarlas, convirtiéndose esto, en el “deber ser social”, un deber social impuesto pero en mutuo acuerdo. Sin embargo, la naturaleza del hombre de Hobbes lo sigue alejando de cualquier problema ético.

Lo bueno y lo malo está dentro del propio hombre.

Frontera entre lo Intelegible y lo Sensible

"La psicología es una disciplina en la que hay muchas corrientes materialistas. Ojalá hayas podido resistirlas".

¡Grande Carlos! Saludos a ti, mucha suerte en Chile y gracias por tu orientación oportuna, definitivamente el "filósofo debe ser geometra antes de comprender que es filósofo".

Agradecimientos a Carlos Casanova. Revisar (entre otros) "El Hombre: Frontera entre lo Intelegible y lo Sensible".

Nota: sigo creyendo que Hobbes tenia razón; ¿Qué proyectivo no?

David McCandless: La belleza de la visualización de datos

domingo, 10 de octubre de 2010

¿Qué es una teoría social y cuáles son sus principales elementos constitutivos?

Para conocer la respuesta a esta interrogante, basta pasearse por el capítulo I del libro de Campbell “Siete teorías de la sociedad”. Es por esta razón que haré mención al mismo en varias oportunidades.

Las teorías sociales son propuestas explicativas sobre cómo debe o cómo funciona la sociedad humana. Estas resultan de la pretensión (y significativo aporte) de diversos pensadores y filósofos que han asumido el papel de darle coherencia y una real comprensión a la naturaleza de las relaciones sociales (según el “espíritu de la época” y sus propias creencias, vidas y emanaciones inconscientes).
Pero no podemos hablar aún de otorgarle una definición más completa a la teoría social, si no conocemos a qué nos referimos al hablar de sociedad. La sociedad comprende la compleja red de relaciones humanas que existen en los grupos o colectividades a gran escala que comparten una cultura y un modo de vida común (Campbell, 2002). La sociedad involucra a los individuos relacionados, en plena interacción simbólica y ordenadas de una forma determinada, esto es, comunidades de individuos agrupados por una estructura social autogestionada (relaciones ordenadas), que comparten el significado de numerosos objetos sociales, atribuyéndole características particulares (símbolos) y además están comprendidos en un territorio común mientras que, simultáneamente, destacan por estar conformadas de seres con claras diferencias individuales. Planteado esto, es más sencillo circunscribir a la teoría social.

Una teoría tiene el rol de intentar imponer alguna especie de orden a la multiplicidad de las descripciones, seleccionando e incluso resumiendo, los hechos cruciales de los fenómenos en cuestión (Campbell, 2002). Para esto, los grandes pensadores sobre el orden social necesitan construir definiciones sobre cómo se articula el mundo social. Las teorías buscan resumir las diferencias entre los fenómenos sociales brindando una clasificación de los tipos de sociedad, para ello describen las relaciones ocurridas y el comportamiento social, pero además, como teoría requieren proveerle de sentido a estas descripciones: por lo que estas deben ser explicativas.
Por lo tanto, una teoría social debe estar constituida por definiciones sobre cómo opera el mundo social (abstracciones en un aspecto representacional según el enfoque que se le provea) y, a su vez, estas definiciones son las hipótesis (en constante contrastación) con que la realidad confronta sus postulados ante las descripciones de los comportamientos sociales (lo cual lleva a la teoría a confirmarse y refutarse a sí misma en numerosas oportunidades).
Finalmente, se teje una malla significativa que le da valor explicativo a tal o cual teoría. Lo cual podría catalogarse de recursivo pero a la vez, cumple con un sentido lógico de “supuesta causalidad”: idea – contraste empírico y predicción (tentativa) de los fenómenos sociales.
De los elementos constitutivos de las teorías sociales es muy importante citar al enfoque; método de estudio de la sociedad que cada teórico adopta y los motivos que lo hacen emprender este estudio. Luego, la teoría del hombre que pregonan; teoría de la naturaleza humana que defienden. Otro elemento es la teoría de la sociedad; funciones atribuidas a la vida social. Continuando con los elementos, no es posible dejar de considerar las implicaciones prácticas del análisis que hace de la sociedad.
Un elemento trascendental de las teorías sociales es la valoración de la teoría como un todo, donde se puede descubrir el sentido ideológico que yace en su discurso, al cual como producciones sociales humanas, no pueden escapar. Estos elementos son constitutivos de las teorías sociales a pesar de la diversidad de épocas, intereses personales, perspectivas intelectuales, experiencia social y la habilidad general del teórico (como menciona Campbell, 2002) y podríamos agregar: las obligaciones, psicopatologías, necesidad de aprobación, majestuosidad, grandeza y genialidad o sentido común anacrónico de la época de algunos teóricos.
Retomando las ideas expuestas al inicio de este ensayo, específicamente sobre que las teorías sociales pretenden darle explicación a la complejidad de las relaciones de interacción social (son por tanto explicaciones posibles de una realidad), me apoyo en el siguiente fragmento: las teorías de la sociedad se encuentran, por lo tanto, en una situación complicada ya que forman parte de la realidad que se proponen analizar (Campbell, 2002). Lo cual sigue siendo un aporte sumamente valioso para darle el orden requerido al caos que podría representar la multiplicidad de fenómenos que nuestra condición humana nos confiere a priori por convivir en sociedad.

Recomendado revisar
Campbell, T. (2002). Siete teorías de la sociedad. 6ª Ed. Madrid, España: Cátedra.

Benoît Mandelbrot: Fractales y el arte de la fracturación

miércoles, 6 de octubre de 2010

Disertación sobre el innegable carácter estratégico del DO

En las prácticas organizacionales actuales, es casi imposible hablar de un crecimiento y una evolución estratégica de la organización sin haber considerado para ello un plan de DO idóneo.

El cambio organizacional genera otros cambios, según los autores Crozier y Friedberg (Del libro “El Actor y el Sistema”). Es por esto que la complejidad del cambio organizacional se ha incrementado y a su vez, incrementa las nuevas realidades que operan en las organizaciones. “Sólo salimos de un problema para encontrar otros nuevos que resolver” afirman estos autores que sin estar ligados al ámbito del DO, sus supuestos son validos para esta disertación. El hecho de que el cambio genere necesariamente la necesidad de afrontar nuevas realidades y por lo tanto nuevos cambios comulga claramente con la lógica subyacente del DO, muy similar a los postulados socioconstruccionistas sobre una realidad que se construye momento a momento. Esta iteración infinita del cambio requiere un enfoque de amplia visión y largo alcance: una visión estratégica.

La visión estratégica del DO es una realidad en oportunidades como la llegada de talento de alto nivel jerárquico a la organización, a la hora de iniciar un cambio cultural, avances tecnológicos, creaciones de alianzas y redes sociales, nuevos marcos regulatorios o procesos de fusión o separación, para esto se busca conciliar los temas de las relaciones entre los grupos, el entorno de la organización, el ambiente, lo técnico, lo cultural, lo simbólico, lo procedimental, etc. Un proceso de cambio planificado enmarcado en una visión estratégica de la compañía, que apueste por considerar estos escenarios, garantiza resultados sobresalientes.

Como aporte final, los criterios para crear una adecuada y posiblemente eficaz gestión del DO existen pero ¿los usamos? Pero es nuestro modo de obrar y de hacer, el que le da forma a estas metodologías, es nuestra sensibilidad en el diagnóstico, nuestra capacidad de orquestar y estructurar el cambio los que generarán valor agregado para nuestros clientes: el DO más que una forma de intervención, es un arte.